Todo animal es perfecto, desde un microscópico virus, una bacteria, una esponja, un pez, un cocodrilo, un ave… Cada especie cumple con su función perfecta sin conflicto, sin dolor, sin miedo. Los géneros que conforman una especie -masculino o femenino- se encuentran cumpliendo sus papeles biológicos y genéticos; no existen dudas, ni cuestionamientos, sólo es experiencia plena de vida, no hay sufrimiento, ni tampoco estrés.
El Ser Humano en su desarrollo evoluptivo (o cualquier origen que le des a su generación), presenta una diferencia fundamental y compleja al resto de los animales y vegetales de la creación y es la aparición y desarrollo de la corteza frontal en el cerebro, así como un sistema límbico, los cuales proporcionan la memoria y las emociones complejas al mismo. La aparición de estas zonas cerebrales nos ha permitido poseer capacidades mucho más desarrolladas que el más evolucionado de nuestros parientes primates; éstas nos han otorgado la capacidad de percatarnos de nuestra existencia y sobretodo de cuestionarla, así como, de generar teorías y pensamiento complejo. Podemos hacer juicios, religiones, interrogar al universo mismo, crear y creer en diferentes dioses; podemos inventar mecanismos complejos, desde un martillo y un hacha hasta un supercomputador, un helicóptero de guerra o una nave capaz de llegar más allá de los confines del sistema solar; podemos tener memoria y además predecir el futuro, podemos experimentar a través de nuestros sentidos cosas inimaginables para otros seres vivos, combinar los alimentos, crear música, cantar, escribir e inventar universos enteros en nuestra mente. Estas complejas zonas del cerebro nos hacen tener capacidades maravillosas e increíbles.
Sin embargo, el desarrollo de este cerebro adicional ha tenido un precio. El poder de este cerebro es tan fuerte, que casi todo el tiempo termina comportándose como si existiera dentro de nosotros un ser ajeno, una mente independiente, la cual no podemos controlar; una mente descontrolada, irracional, fuera de toda realidad, que a su vez, es capaz de inventar cosas para aterrarnos, crear todo tipo de conflictos, enfermedades y problemas que jamás han existido. Este cerebro, a su vez, ha creado la contraparte de la maravilla: EL EGO HUMANO, el tirano, el destructor, el contrapeso de nuestra existencia. Ese ser que no podemos controlar, que nos domina, que controla completamente a los seres humanos primitivos a través del racismo, machismo, feminismo; a través del resentimiento, la culpa, la búsqueda indiscriminada del poder, el ser que busca controlar todo, que quiere controlar la evolución, la genética, el dinero, controlar la humanidad a costa y a pesar de todo; ese ser irracional que busca satisfacerse mil veces de todo aquello que jamás nos llenará, al cual toda la comida del mundo no le basta, todo el dinero del universo es poco, todas las mujeres, los hombres, el alcohol, las drogas, de toda la atención planetaria. Es el ser que jamás estará satisfecho, siempre querrá más, otra actividad, la otra, la otra, nuestro otro yo, nuestro YO OSCURO E IRRACIONAL.
El ego humano es una entidad que tiene voz y actuación independiente, pero que al mismo tiempo depende de nuestra red cerebral; y que, bajo las circunstancias adecuadas puede ser controlado, se le puede retirar el control, aunque para ello se requiere mucho esfuerzo y consciencia. Difícil, pero es posible, según lo han descubierto las religiones orientales, a través de la meditación profunda y controlada. Dentro de las religiones occidentales, ese ser salió de la mente y dictó a través de su macabra voz sus órdenes.
Hace poco más de 6 mil años alguien escuchó la voz del ego pensando que era un ser superior, y comenzó a escribir sus órdenes dadas para controlar, para aplastar a los hombres y a las mujeres a través del miedo y la prohibición hacia los instintos más elementales. El ego dictó que existe un infierno, un castigo, que el universo es voluntarioso, que está lleno de odio, que ese dios en el cielo es capaz de juzgar, de castigar, de eliminar planetas y poblaciones enteras porque no son cumplidos sus designios; ese ser odia la vida, el libre albedrío, la felicidad, el descubrimiento; está tan loco y demente, que un día dictó el hecho de que Dios era hombre, haciendo a la mujer inferior en consecuencia.
El ego humano se infiltra en absolutamente todos los rincones de la vida humana, basando la diversión, el arte, las comunicaciones, la adoración al ser superior, la alimentación, la curación, los sistemas familiares, la sexualidad y prácticamente todas las áreas de la vida humana con su odio, destrucción y miseria, con su infelicidad.
El ego crea una medicina que no cura, que esclaviza, que quita los síntomas mientras la enfermedad sigue avanzando, una medicina que tan sólo prolonga el sufrimiento.
El ego crea sistemas de alimentación sin sentido que son adictivos, que no nutren, que hacen daño y que sólo generan riqueza a los manipuladores y a las empresas farmacéuticas.
El ego crea música sin belleza, que muestra neurosis, odio, tragedia, sexismo, machismo, culpa y resentimiento, música que habla de soledad y que programa subconscientemente a los individuos dormidos a través de sonsonetes fáciles y pegajosos para que la gente baile como muerto viviente.
El ego crea sistemas de diversión, películas, libros y teatro basados en la tragedia eterna, en la muerte, en la violencia, que programan a niños y niñas al machismo y/o feminismo extremo, proyecciones familiares y de pareja absurdas (Cenicienta, La Bella Durmiente, etcétera).
Al ego le encanta ver espectáculos violentos, donde se dañan humanos a sí mismos y se pierden las vidas en un parpadeo como los deportes extremos, donde se lastiman humanos físicamente para diversión de las multitudes, donde hay sangre, fracturas, choques cerebrales, donde se generan viudas y familias sin padres (UFC, box, lucha libre, automovilismo, carreras de motos, etcétera); espectáculos donde se entrenan animales para violentarse entre sí o entre animal y humano (toreo, peleas de gallos, de perros, fiestas de San Fermín y demás).
Para el ego tan sólo un tipo de cuerpo es bello, siempre hará todo lo posible para hacerte sentir feo, chaparro, gordo. Tan sólo un tipo de cuerpo, un tipo de piel es bello. Quien no se adapte a las normas físicas del mismo, tendrá que sufrir eternamente, buscando cambiar el color (si eres moreno tendrás que aclararte, si eres blanco hay que ir a broncearte), cambiar el color y la forma del cabello (las rubias se tiñen de negro, las morenas quieren ser rubias, las lacias y lacios se hacen permanente, y los chinos se alacian el cabello); cambiar el color de ojos, la forma de los labios, de la orejas; cambiar la forma de las caderas, del pene, la vulva; cambiar la silueta de las piernas y la coloración de las axila. Siempre habrá algo que mejorar, y nunca serás lo suficientemente perfecto para ser aceptado, por ti y por la enferma sociedad.
El ego buscará que seas especial, diferente, mejor, peor, lo que sea, pero distinto a los demás. Tatúate algo que sólo tu tengas, con un significado que nadie entienda; pertenece a un grupo de gente “intelectual”, de gente “buena” (religiones) o de gente “mala” (pandillas).
El ego siempre estará insatisfecho sexualmente, si naces hombre, querrás ser mujer y si naces mujer, querrás ser hombre; si vives en una sociedad monógama, querrás tener a todas las mujeres; si naces en sociedad polígama, querrás enamorarte de una sola persona para el resto de tu vida; si prometes ser fiel, buscarás ser infiel; si haces un acuerdo de tener múltiples parejas, perderás el interés por respetarlo; si eres humano, entonces querrás experimentar con animales, simios, perros, gatos, gallinas, delfines. De hecho, hay gente que dice ser gatos encerrados en cuerpos humanos. Quítate el pene si tienes uno, o póntelo si tienes vulva, implántate mamas cuando no naciste con ellas, quítatelas si las tienes grandes y tienen una forma inadecuada para el sistema; si eres heterosexual, defenderás a capa y espada que debe ser la única opción, porque es lo natural, lo que “dios” creó.
Al ego también le gusta tener la razón eternamente, no le gusta que cada quien pueda vivir a su manera. Si eres católico querrás que todo mundo lo sea, pensarás que tu dios así lo desea; si eres Testigo de Jehová saldrás a predicar la salvación, porque solo tú sabes la verdad, y es tu obligación salvar a la humanidad, justificando tu bondad y el hecho de ser especial hacia tu “dios”; si eres ateo, atacarás a los creyentes con todos los razonamientos posibles; si eres creyente, entonces verás a los ateos como seres condenados al castigo eterno. ¡Millones de batallas, de guerras creadas “en el nombre de dios”!
Al ego no le gustan los seres con características diferentes a uno, serán inferiores, como animales, y no merecerán ser felices, tan sólo como esclavos. Evidentemente, solo la raza, la religión y la sociedad donde naciste son las válidas, pero espera, también puedes luchar contra ella y atacar a tu propia familia y raza, para pasarte al otro bando y poder luchar eternamente contra la injusticia.
El ego le gusta clasificar a la gente por lo que come, que si come perros, que si come vacas, cerdos, vegetales, cosas crudas, y aprovechará cualquier diferencia para atacar, y tal como si fueran religiones, defenderá sus particulares puntos de vista.
Así, podríamos seguir describiendo el mundo del ego por cientos de páginas, ese mundo que para la gran mayoría de este planeta es “normal” y “bonito”, ese mundo al cual mucha gente se siente orgulloso de pertenecer, ese mundo que se presume en las redes sociales, ese mundo que todos defienden como si fuera creado por iniciativa propia, como si les fuera a dar algún día algo valioso, como si fueran a ser felices en la lucha, en la batalla, en su sufrimiento y en su carencia, en su enfermedad. Ese mundo al cual todos hemos sido o somos adictos en mayor o menor grado, ese mundo al que mucha gente en su defensa, da la vida y la vida de su familia, pensando que lo vale.
Algún día, en algún lugar de este intrincado universo, y eso lo sé, el ser viviente y consciente, será capaz de inutilizar al ego, aceptando las cosas como son, disfrutando, observando, creando belleza en paz y en armonía. Y sé que de alguna manera, en algún cuerpo, en algún espacio, planeta y dimensión, estaré ahí para verlo, vivirlo y experimentarlo.
Bendiciones,
Marco Antonio Rodríguez Infante.
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