Quien se ha vaciado de si mismo es un sabio.
Si lográramos vaciarnos de nosotros mismos volveríamos a entrar al reino de la infancia donde todo era presencia, apreciación y amor 🙂
Para el que se ha liberado del pensamiento erróneo el ridículo no existe,
Nunca el temor llamara a su puerta,
Las emergencias no le asustan,
Le tienen sin cuidado las opiniones sobre su persona,
La tristeza no pisa sus fronteras,
Los adjetivos posesivos «tuyo», «mío», desaparecen, así como los verbos «pertenecer», «poseer», verbos que son fuente de conflictos y fricciones, porque es el «yo egoísta» el que tiende, con sus brazos largos, las cadenas apropiadoras del sufrimiento.
Ignacio Larrañaga